7 - 23 Junio
Lonja
Zaragoza
81 Cuadros
Autor: Ángel Azpeitia
Publicada en.- HERALDO DE ARAGÓN el día Jueves 13 de junio de 1985

     Se llenan las naves de la Lonja con las imágenes del rico y complejo Folklore aragonés, con jotas y boleros, con seguidillas, con polinarios y “reinaos”, con dances y contradanzas. Es un largo repertorio del que sólo se pretende aquí representar, con esas denominaciones, algunas de las variantes que Manuel Monterde ha recogido en sus cuadros. Creo, como se comprenderá por cuanto sigue, que en la exposición priman los aspectos argumentales sobre los formales - artísticos. Y hasta ha de ser así, sin duda con justicia, para el caso concreto que estamos. No porque a quien firma le preocupan exclusiva ni principalmente problemas de continuismo, sino por la naturaleza e intencionalidad de lo que se aborda. Monterde pone su buena mano y su conocimiento al servicio del asunto. Sus recursos, muy considerables, se supeditan por completo al tema, a lo que su plástica nos refiere.

     El mismo catálogo responde, al parecer, a esa jerarquía, puesto que concede prioridad en el rol a los datos documentales, e incluso indica algunas veces la fecha en que se baila un dance, por ejemplo, o el número de bailarines que intervengan. Lo que se repite bajo los pequeños mapas que acompañan, en la muestra, a cada uno de los originales, con objeto de que sitúen la geografía a que corresponde una manifestación concreta. Los textos de apoyo, que introducen en el referido catalogo, andan igualmente por un camino similar, salvo el de Federico Torralba, como siempre adecuado en sus apreciaciones artísticas, y el del propio Monterde, que se ocupa de la técnica, extremo sobre el que he de volver. El recuento de artículos, aparte de los del protocolo, queda competo con los de Andrés Cester (“Jota aragonesa, Baile”), María Antonia Romero (“La danza, el baile, en Aragón, al margen de la jota”) y Jeanine Fribourg (“El dance”).

     Hace diez años largos que Manuel Monterde no presentaba una individual en Zaragoza. Y me hubiera sorprendido con lo de ahora, si no fuera porque tenia noticias de su trabajo. Que no es poco. Casi desde su anterior salida al público Monterde recopila materiales, investiga e interpreta, hasta conseguir este amplísimo conjunto que hunde sus raíces en muestras tres provincias. O, si se prefiere, en cada una de las comarcas de Aragón. Plantea lo expuesto, en otro orden de inquietudes, de una manera pedagógica que responde al interés del Ayuntamiento porque esta cultura, que entraña en el pueblo, vuelva a el, a quien se dirige, en definitiva, el que reelabora y estudia. Le conviene así un lenguaje claro y eficaz, menos ambiguo tal vez que el de otras posibilidades pictóricas; pero de una lectura directa, nada difícil.

     Cosa que procura Monterde, con la ayuda con la ayuda de algún otro medio, como los videos en los que se pueden seguir las muestras III, IV y V de folklore Aragonés. En el acto inaugural actuó además el grupo Somerondón.

     Para los procedimientos prescindo, por lo menos en parte, de las aclaraciones que facilita el mismo Monterde, a fin de explicarnos en corto espacio. Usa dos sistemas. El uno va sobre madera, para impedir rugosidades, de modo que las texturas resulten solo ópticas. Se sirve entonces, para aglutinar, de una especie de látex plástico, a partir de una imprimación acrílica. En el segundo, cuando realiza sobre papel, usa parafina incolora, para una mayoría de tonos rojizos (óxido de hierro) o grises (plombagina natural), a los que se unen algunos negros de grafito. Hasta es posible que prefieran estos dibujos extensos de trazo libre, donde más que un lápiz se maneja un bloque, y en los que el moldeado se consigue por variantes de intensidad en la línea. Las pinturas se descubren proporcionalmente menos flexibles. Aún cuenta muchísimo la forma, aunque se interfieran los limites. Además se disimula casi siempre la pincelada por medio de esponjas, que se promueven parecidas de calidad; pero que no producen relieve, ni buscan claroscuro. Esto conduce a una plenitud voluntaria y aun regusto inacabado, como de síntesis.

     Trae Monterde una aire de mural. Sus colores, dispuestos en zonas, nos despliegan un gran abanico. Le preocupa la indumentaria, tanto como para que rija, en ocasiones, la entonación de la obra, aunque no se especifiquen casi nunca, en cambio, detalles de superficie. Compatible con alguna rigidez en las estructuras, es importante, sin embargo, el movimiento, y los ritmos de los motivos solicitan una dinámica de los fondos. La suma, sea como fuere, descubre unos esquemas muy filtrados ya desde lo que facilitaría el modelo, pero fidelísimos aún. Y eficientes. Monterde se queja con lo que importa. Para ilustrar una materia tan propia, que define lo aragonés, más valen quintaesencias que fárragos.